Lo que un niño de 5 años me enseñó sobre vender mejor que muchos adultos
Antes de ser padre, fui tío.
Y como todo tío latino que se respete, mi rol se dividía en dos partes: el proveedor de diversión… y el maestro involuntario de lecciones de vida que nadie pidió pero todos recuerdan.
Una tarde cualquiera, estábamos en casa de mi madre. Había película familiar. Era Cars. En la sala: mi mamá fingiendo que veía la peli mientras cocía; mi papá simplemente pasando el rato; mi hermana mayor con sus hijos; mi hermano menor, que tendría unos 17; y como 700 sobrinos más, todos con cara de travesura y piernas llenas de lodo seco.
Justo antes de que empezara la película, se me ocurrió hacer una pregunta peligrosa.
—¿Comemos palomitas?
Como era de esperarse, una orquesta de voces agudas gritó en coro: “¡SIIIIIIII!”
Así que caminamos a la tiendita de Don Lucio por varias bolsas de palomitas. Pero yo, que siempre fui un poco el tío mezquino y travieso, decidí también comprarme una bolsa de Takis Fuego.
Por si no eres mexicano: los Takis Fuego son unas frituras en forma de taquito enrollado que te incendian la lengua, te hacen sudar la frente y te dejan con la nariz chorreando.
Perfectas para arruinarle la tarde a un niño pequeño.
Ya sentados todos viendo la película y escuchando cómo las mandíbulas infantiles crujían palomitas con alegría, se me acercó uno de los sobrinos.
Tendría unos cinco años.
Me miró a los ojos sin decir una sola palabra.
Con su carita de inocencia y su malicia genética, señaló mi bolsa de Takis y asintió con la cabeza.
No usó palabras. No necesitó una oración.
Solo su mirada.
Su gesto.
Su deseo.
Ahí estaba, vendiéndome la idea de que quería probar.
Así que, como buen tío que enseña lecciones duras con picante, le dije:
—Te doy, pero pica, ¿eh?
Clarísimo. Advertencia incluida.
Pero como buen niño sin miedo ni filtro, metió la mano, sacó un Taki y se lo tragó sin pensarlo dos veces.
Tres segundos después, su carita se puso roja, abrió la boca como pez fuera del agua y empezó a aspirar aire como si estuviera a punto de volverse dragón.
Yo me moría de la risa.
Su mamá me fulminó con la mirada.
—¡No seas así, Gabo!
Y yo, con mi cara más digna, respondí:
—¡Yo le advertí y a él no le importó!
¿Y sabes lo más loco?
El niño se rió.
Y volvió a meter la mano en la bolsa.
Porque #mexicano.
¿Qué tiene que ver esto con vender por email?
Todo.
Porque en este pequeño incidente de paladar incendiado están ocultas dos grandes lecciones sobre ventas que muchos adultos no entienden (y mucho menos aplican):
1. Vender sin esconder la intención
Yo le advertí que picaba. No le mentí. No escondí el riesgo. Lo puse todo sobre la mesa.
Y eso, en ventas, es lo que hace un vendedor de nivel 3.
No se disfraza de ayuda humanitaria.
No finge que quiere “solo servir”.
No pretende que su boletín es solo “para educar”.
Dice las cosas como son: “te voy a vender, pero te va a gustar”. Eso baja las defensas del lector. Genera confianza. Desactiva el modo sospecha.
Y eso cambia todo.
2. La forma en la que te acercas importa más que lo que dices
Ese niño no pidió permiso con palabras.
No lanzó una oferta con un speech técnico.
No trató de justificar por qué merecía mi atención.
Solo se acercó, me miró con una expresión auténtica y apuntó a lo que deseaba.
Eso, trasladado al mundo de los negocios, se llama entrar a una conversación con intención, pero sin rigidez.
Imagina que estás en una tienda de trajes de baño y llega una clienta que va al gimnasio, se cuida, se ve bien, y tú lo notas.
En lugar de soltar el típico “¿Le puedo ayudar en algo?”, le dices:
—¿Alistándote para robar miradas en la playa?
Bum.
Cambio total.
Porque en lugar de sonar a robot corporativo, inicias una conversación con una imagen, con humor, con empatía.
Con humanidad.
Y eso es lo que hace la diferencia entre los vendedores que parecen vendedores…
Y los que realmente venden.
¿Quieres aprender a hacer eso por email?
Entonces entra a THE GAME.
No es un curso. No es una membresía. Es un entrenamiento gratuito disfrazado de historia.
Una historia en la que tú eres el protagonista.
Y en la que aprenderás a escribir emails que no se sienten como emails de venta… pero venden.
Sin scripts.
Sin Zooms eternos.
Sin fórmulas recicladas.
Solo tú, tu historia y una estrategia textual que conecta, entretiene y convierte.
Empieza aquí: 👉 www.dongabo.com
Es gratis.
Y pica.
Te lo advierto desde ya.
Don Gabo
El tío que te enseña a vender sin filtros. Y sin servilletas.
Ingresa a The Game y Aprende Email Marketing de Alto Nivel
Al suscribirte aceptas recibir emails donde te vendo.