El poder de la última pieza de pollo (y por qué puede hacerte vender más emails)

gatillos mentales

En los años dos mil, cuando aún había que esperar a que dieran las 8:00 PM para ver un capítulo nuevo por Canal 5, yo me formé en una escuela de negocios muy particular.

 

No tenía aulas.

No tenía maestros.

Y tampoco boletines.

 

Tenía risas. Muchos comerciales. Y un tipo llamado Malcolm.

 

Sí, hablo de Malcolm el de en medio.

 

Una de esas series que, sin proponérselo, terminó enseñándome algunas de las lecciones de ventas más valiosas de mi vida.

 

Especialmente una escena.

 

Te la cuento.

 

Una noche cualquiera, la familia entera está cenando en la mesa: mamá, papá, Reese, Malcolm y el pequeño Dewey.

La cena: pollo frito.

El tipo de pollo que parece salido de un comercial de KFC.

 

En el centro hay un platón con varias piezas.

 

Todos están comiendo tranquilos, hasta que ocurre algo.

 

Solo queda una pierna de pollo.

 

Reese y Malcolm, que tienen la boca llena y grasa hasta en las pestañas, se dan cuenta al mismo tiempo.

 

Cruzan miradas.

Bajan la cabeza.

Y ven, ahí, solita, humeante, perfecta, la última pierna.

 

Entonces comienza la guerra.

 

Literalmente.

 

Una secuencia en cámara lenta, tenedores volando, sillas cayendo, forcejeo, gritos, codazos, persecución.

Y todo por un maldito pedazo de pollo que, para colmo, ya no necesitan.

 

Están llenos.

 

Pero lo quieren igual.

 

¿Por qué?

 

Porque es el último.

 

Y lo último, escaso, limitado… vale más.

 

Ese es el poder de la escasez.

Uno de los gatillos mentales más potentes que existen.

 

No porque la cosa sea mejor.

No porque esté más sabrosa.

Sino porque se va a acabar.

 

Y eso, en ventas, es oro molido.

 

¿Te has fijado cómo las tiendas gritan “últimas piezas”?

¿O cómo los lanzamientos digitales repiten “quedan solo 5 cupos”?

¿O cómo los webinars terminan diciendo que el descuento se va en 24 horas?

 

No es casualidad.

Es psicología básica.

 

Cuando algo se acaba, el cerebro lo valora más.

 

Lo codicia.

Lo justifica.

Lo desea.

 

Y si tú aprendes a aplicar ese principio en tus emails, tus ventas se disparan.

 

No necesitas gritar.

Ni usar contadores falsos.

Ni decir que te estás “quedando sin stock digital” (que nadie cree, por cierto).

 

Solo necesitas construir mensajes reales, con un tono auténtico, que hagan sentir al lector que si no actúa hoy, perderá algo que vale la pena.

 

Como esa última pieza de pollo.

 

Aunque ya esté lleno.

 

Y aunque no la necesite.

 

Ahora bien.

 

No me malentiendas.

Esto no se trata de manipular.

Se trata de comunicar con inteligencia.

 

De entender que la urgencia no se impone. Se crea.

 

Y para crearla, necesitas entender cómo piensa la gente, cómo toma decisiones y qué palabras hacen clic en su cabeza.

 

Ese es el arte del copywriting.

 

Y es lo que hago todos los días para mis clientes.

 

De hecho, esta semana cierro el formulario de aplicación a mis servicios por varias semanas.

Y sí… eso significa que quedan los últimos lugares.

 

No lo digo por drama.

 

Lo digo porque es verdad.

 

Así que si estás considerando sumar un copywriter a tu equipo o quieres que alguien escriba tus correos con estrategia, humor y poder de venta…

 

Es hoy o quién sabe cuándo.

 

THE GAME — www.dongabo.com

 

Don Gabo.

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