Cómo usar una técnica de ventas para ligar (y por qué funciona)
Tengo un amigo que es guapo. Pero guapo de verdad. De esos que caminan por la calle y parece que la cámara los sigue. Buen porte, buena sonrisa, buena piel. Lo tiene todo. Todo, menos una cosa: no sabe cómo hablarle a las mujeres.
Una tarde estábamos en un centro comercial. Habíamos salido a comer una hamburguesa y entre bocado y bocado estábamos hablando de eso: cómo acercarse a una mujer sin parecer idiota o intenso. En eso, se sientan en la mesa de al lado dos chicas guapísimas. Muy guapas. Y más cercanas a la edad de mi amigo que a la mía. Yo, por supuesto, como hombre fiel, no hice ningún movimiento indebido, pero sí le vi el nerviosismo en los ojos y le dije:
— Ve a donde están esas morras, elige una y dile que te encantó y que quieres conocerla.
Se rió. Se puso rojo. Y me dijo que ni loco. Que eso no funcionaba. Que necesitaba un enfoque más “estratégico”. Y ahí fue cuando le solté la lección que te quiero compartir hoy.
Le dije: “¿Sabes cómo conocí a mi esposa?”
— No, ¿cómo?
— Le dije que quería hacerle 600 hijos.
Así. Sin rodeos. Sin disfrazarlo. Sin rodear el asunto con metáforas cursis ni frases prefabricadas.
Y no, no me cacheteó. No se ofendió. No se fue. Al contrario. Hoy llevamos casi cuatro años juntos y tenemos una bendición de hijo que corre por la casa como si le hubieran metido cuatro pilas en la espalda.
Ahora, ¿por qué funcionó eso?
Porque se basa en uno de los principios más potentes de las ventas: la desactivación de defensas. Y esto se aplica tanto para vender productos como para conquistar corazones.
En ventas existen tres niveles.
Nivel 1: Amateur. El que no sabe vender. El que disimula. El que llega con vueltas, con contenido gratuito, con regalitos, con indirectas.
Nivel 2: Intermedio. El que parece que sabe, pero se enreda. Quiere vender, pero le da pena admitirlo. Entonces se cubre con excusas y fórmulas.
Y luego está el Nivel 3. El nivel de los cracks. El nivel de los galanes de pueblo y los vendedores que facturan en silencio. Ese nivel donde dices exactamente lo que quieres y por qué lo quieres. Y eso, paradójicamente, desarma a la otra persona.
Cuando tú dices: “Estoy aquí para venderte esto, porque creo que te puede ayudar con esto otro”, algo mágico ocurre. Las defensas bajan. Porque fuiste honesto. Porque no fingiste. Porque no le hablaste como si fueras su terapeuta ni le escribiste como si fueras su primo. Le hablaste como lo que eres: un profesional que sabe lo que hace y que respeta a su cliente lo suficiente como para decirle la verdad.
Lo mismo con las relaciones.
La sinceridad desarma.
El problema es que la mayoría no sabe aplicarla ni en ventas ni en la vida.
Y por eso venden poco y ligan menos.
Yo enseño estos tres niveles con detalle en una serie de emails que antes formaban parte de una membresía privada. Pero esa ya no está disponible. Cerró y no volverá. Lo que sí está disponible es otra cosa.
THE GAME.
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Nos vemos dentro.
Don Gabo.
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