Cómo usar el enojo de tu audiencia para vender más (y disfrutarlo en el proceso)

storytelling

El sábado envié un email con un asunto que decía: “Alibaba no es como tu abuelita”.

 

No era una frase sacada de contexto. Tenía sentido dentro de la historia que conté.

 

Pero eso no evitó que más de una persona —varias, de hecho— respondiera ofendida, molesta, casi indignada por lo que había leído. Una me dijo que era una falta de respeto. Otra, que no entendía cómo alguien que enseña copywriting podía escribir esas cosas. Y una más, que me dejaba de seguir porque lo mío ya se pasaba de irreverente.

 

Escuché los comentarios mientras estaba en una junta con uno de mis clientes, quien me decía:

 

—Oye, mucha gente se molestó por el correo del sábado.

 

Lo dijo entre risas. Ya sabe cómo soy. Sabe que eso no me molesta.

 

De hecho, me gusta.

 

Porque lo que muchos ven como un problema, yo lo veo como una señal de que lo estoy haciendo bien.

 

Mira. Lo que pasa es que hay dos formas de escribir para vender. Dos caminos. Uno es el del complaciente. El que quiere gustarle a todo el mundo. El que elige cada palabra con pinzas. El que revisa cada frase con miedo de que alguien se ofenda. Ese es el copywriter que vive con miedo. Que le teme a la crítica. Que cree que “bueno para todos” es una buena estrategia. El resultado: textos insípidos, genéricos, olvidables.

 

El otro camino es el del provocador. El del que no le teme al conflicto. El del que entiende que si quieres vender, tienes que hacer que la gente sienta algo. Lo que sea. Enojo, risa, curiosidad, sorpresa, molestia, ternura. Cualquier emoción sirve, siempre y cuando no sea indiferencia.

 

Porque la indiferencia es el peor enemigo de un vendedor.

 

Hay una regla que me inventé hace tiempo. Le llamo la Regla Sarabio: “O me amas o me odias, pero nunca te seré indiferente.” 

 

Eso es lo que busco cuando escribo. No escribir bonito. No escribir correcto. Sino escribir algo que haga que te detengas, que sientas algo, que quieras responder, comentar, quejarte, compartirlo o discutirlo.

 

Por eso me divierte tanto cuando llegan los benditos jeiters. Los que se indignan por una palabra. Los que se sienten agredidos por una comparación. Los que olvidan que esto es texto, no una orden directa para arruinarles la vida. Y aún así reaccionan como si lo fuera.

 

Siempre me los imagino así: detrás de la pantalla, llorando un poco por dentro, escribiendo comentarios furiosos sobre lo mal que les cae el autor de ese correo… sin saber que acaban de caer justo donde quería.

 

Porque un buen texto es como un anzuelo bien diseñado. Puede ser provocador, puede ser molesto, pero lo importante es que pique. Que atrape.

 

Y cuando alguien reacciona con fuerza —aunque sea negativa—, significa que el anzuelo funcionó.

 

Ahora, no se trata de ofender por ofender. Eso sería mediocre. El objetivo no es molestar a las personas por diversión (aunque sí es divertido). El objetivo es mover emociones reales que tienen que ver con el mensaje que vendes.

 

Por ejemplo, si estás enseñando a vender, y la mayoría de tus lectores están dormidos en su manera de comunicar, a veces hay que darles un zape verbal. Algo que los despierte. Algo que los sacuda. Como un asunto que compara a Alibaba con una abuelita.

 

Claro que algunos se enojan.

 

Y eso está bien.

 

Porque si quieres vender más con tus correos, con tus posts, con tus anuncios, con tus videos, con lo que sea, necesitas aprender a provocar. A tocar fibras. A contar historias que no solo informan, sino que remueven algo en el estómago. Que hacen que la persona se ría, se enoje, o incluso que te odie un poquito… pero que no te ignore.

 

Porque cuando no te ignoran, te compran.

 

La lógica es simple: las emociones abren la puerta; la lógica cierra la venta. Pero si nunca provocas una emoción, jamás llegan a la puerta.

 

¿Y cómo se provoca esa emoción?

 

Con historias. Historias reales, exageradas, absurdas, tristes, personales, incómodas, lo que sea. Pero historias que tienen un punto. Que llevan una idea. Que dicen algo. Que transmiten un mensaje.

 

No es casualidad que los mejores vendedores que conozco no son los más técnicos. Son los mejores contadores de historias.

 

Y eso es justo lo que enseño en mi nueva formación de storyselling. No te voy a enseñar fórmulas vacías. Ni plantillas que suenan igual que todo lo que ya hay allá afuera. Te voy a enseñar a escribir como se debe. A conectar de verdad. A vender sin necesidad de estar rogando ni haciendo shows. A usar tus historias —y sí, también tus enojos— para ganar dinero.

 

Y si eres de los que se ofenden por todo, mejor no entres.

 

Porque esto es para gente que no le teme al conflicto.

 

Es para los que no quieren pasar desapercibidos.

 

Es para los que quieren escribir textos que venden.

 

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