Cómo una historia personal me ayudó a vender 10,000 dólares al mes por primera vez

storytelling

Recuerdo perfectamente ese día.

 

No porque haya sido especial desde afuera —vivía en Playa del Carmen, había sol, mi esposa preparaba café, el mar estaba cerca—, sino porque fue el día en que me enfrenté cara a cara con una de las voces más jodidas que he tenido en mi cabeza.

 

Una que decía:

“No puedes hacerlo. No eres capaz de vender nada. No eres suficiente.” 

 

Estaba en la regadera.

Primer mes como vendedor.

Sin resultados.

Sin dinero.

Con la presión interna de demostrarme algo.

 

Y esa voz…

 

Me hizo querer hacerme bolita en el suelo y dejar que el agua fría me cayera encima.

En mi mente sonaba todo eso que muchos hemos escuchado alguna vez:

“Lee libros. Escucha audiolibros. Trabaja en tu mentalidad.”

Y ahí estaba yo, con Los secretos de la mente millonaria sonando al fondo, mojado, cabizbajo y sintiendo que nada servía.

 

Nada.

 

Había tomado cursos, leído libros, visto webinars.

Y aun así, no pasaba nada.

No vendía.

No avanzaba.

 

Sentía que algo dentro de mí estaba roto.

 

Me frustré tanto que golpeé la pared.

Me quedé mirando mis pies como si fueran a darme una respuesta.

Y por dentro me repetía:

“Esto es una mierda. Todo esto es una puta mentira.”

 

Pero en medio de esa oscuridad mental, pasó algo.

 

No sabría explicarlo con palabras exactas.

 

Cerré los ojos.

 

Y me rendí.

 

No de esa manera cliché en la que uno se rinde para “conectar con el universo” o atraer buena vibra.

No.

 

Me rendí en serio.

 

Dejé de resistirme.

Dejé de querer entender todo.

Dejé de pelearme con mis pensamientos.

Y entonces… algo cambió.

 

Fue como si una parte de mí —una parte que estaba dormida o escondida— despertara.

 

No era magia.

 

Era más bien claridad.

 

Una claridad cruda, sin adornos.

Y con esa claridad vino una respuesta.

Una idea simple.

Una decisión.

 

Abrí los ojos.

Me sentí distinto.

Fuerte.

 

Cerré la regadera, me sequé y salí de ese baño como si hubiera tenido una reunión con mi yo del futuro.

 

Ese mes, vendí por primera vez 10,000 dólares.

 

¿Fue suerte?

¿Fue el destino?

¿Fue la ubicación, el producto, el nicho?

 

Tal vez.

 

Pero si te soy honesto, creo que fue la historia que empecé a contarme desde ese día.

 

Una historia diferente.

 

Una que me convertía en el protagonista, no en la víctima.

Una donde yo decidía qué papel jugar.

Y esa historia me permitió, por primera vez, salir a vender sin miedo, sin pena, sin excusas.

 

Conté esa historia por primera vez a una amiga hace poco.

Y se quedó en silencio.

 

Me dijo que nadie le había explicado así el poder que tiene la narrativa personal.

 

Porque no se trata solo de historias para el cliente.

 

Se trata de la historia que decides creerte.

 

Y esa historia, si está bien contada, vende.

 

Vende dentro de ti.

Y después, vende afuera.

 

Esa es la misma estructura que enseño en mi formación sobre storytelling.

 

No es un curso de “cuenta tu testimonio”.

 

Es un sistema para crear historias estratégicas que enganchen, conecten y vendan por email, sin parecer un anuncio barato ni sonar como gurú de Instagram.

 

Esta semana está en preventa.

 

Y si quieres descubrir qué fue lo que me dije ese día en la regadera (y cómo convertir tu historia en una máquina de conversión)… entonces solo hay un camino:

 

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Nos vemos adentro.

 

Don Gabo.

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