Cómo rechazar ofertas “irresistibles” sin sentirte culpable (ni pobre)
En los negocios hay un tipo de persona muy particular.
Gente inteligente.
Brillante.
Visionaria.
O eso creen ellos.
Porque son de los que llegan con una propuesta que —según ellos— va a cambiar tu vida.
Una “oportunidad imperdible”.
Una colaboración soñada.
Un proyecto que te conviene “sí o sí”.
Y claro…
Una oferta tan irresistible que incluye pago condicionado a resultados, cero presupuesto y una dosis de chantaje emocional al final.
Déjame contarte cómo suelen aparecer.
Cuando las personas leen mis correos, generalmente responden con una de dos actitudes:
-
“Wey, escribes muy chingón. Gracias por tus mails”.
-
“Eres una mierda que no sabe nada de redacción”.
Curiosamente, los segundos son los que más me gustan.
Porque si alguien te odia por escribir correos… estás haciendo algo bien.
Pero en medio de esos dos extremos vive un tercer personaje: el delirio empresarial con disfraz de oportunidad.
Ese que llena mi formulario de servicios (que no son baratos, aclaro desde ya).
Y me escribe algo como:
—“Hermano, tengo una propuesta irresistible que no puedes rechazar. Es más, ni tomes otros proyectos, aquí hay bastante chamba”.
Interesante, pienso.
Hasta que pido detalles y mando presupuesto.
Entonces llega la transformación:
—“¿Cómo crees? ¿Solo por escribir textos?”
—“Uff, no. Mi sobrina que sabe de redes los puede hacer”.
—“Eso es mucho dinero. Mejor te pago si se vende. Si no, pues ni modo”.
Ahí es donde aplico mi frase favorita:
JA JA JA JA. Gracias, pero no gracias.
Porque si hay algo que he aprendido es que nadie que sea bueno se vende por barato.
Y si alguien lo hace, entonces no es tan bueno como presume.
Sí, puede haber muchos copywriters mejores que yo.
Claro que sí.
Pero ninguno que sea mejor y además cobre menos.
Eso no existe.
Ni en este universo ni en el multiverso de Marvel.
Por eso, cuando alguien quiere rebajar lo que hago, no me enojo.
Simplemente me retiro.
Porque si vas por la vida vendiéndote como premium, pero aceptas tratos de baratija…
Entonces eres como ese pastel de cumpleaños que parece de chocolate y termina sabiendo a unicel.
Una decepción.
Ahora bien.
Si tú también vendes servicios.
Y estás cansado de los “limosneros con garrote” que te exigen rebajas, bonos, resultados garantizados y de paso te regañan si no contestas en 5 minutos…
Déjame decirte algo:
No estás obligado a convencerlos.
Estás obligado a comunicar tu valor.
Y si haces eso bien, los “clientes problema” solitos se van.
¿Quieres aprender a escribir de forma que los buenos te busquen y los malos huyan?
Entonces este es tu momento.
Don Gabo.
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