Cómo la confianza (y no el miedo) te hace vender más, aunque seas feo

En el arte de vender por email (y en el arte de ligar, por qué no admitirlo) hay una verdad que nadie te dice de frente.

 

Una verdad que descubrí hace años y que, si la entiendes bien, puede ayudarte a vender más, cerrar mejores clientes y dejar de sentirte como si fueras un impostor cada vez que escribes una oferta.

 

Esta verdad tiene que ver con la confianza. Pero no cualquier tipo de confianza. Estoy hablando de esa seguridad que tienen ciertas personas que, a simple vista, no tienen nada a su favor, pero aun así logran resultados que otros envidian.

 

Y no, no estoy hablando de gurús, ni de CEOs multimillonarios, ni de influencers que nacieron con mandíbula perfecta y voz de locutor. Estoy hablando de los feos.

 

Sí, así como lo lees.

 

Hay feos que venden más que tú, y ligan más que tú, y no es por suerte, ni por dinero, ni por magia negra.

 

Es porque tienen algo que tú podrías cultivar también: una confianza interna que no se compra, pero se comunica.

 

Recuerdo una escena de mi adolescencia que ilustra esto mejor que cualquier curso de copywriting. Yo tenía un amigo al que todos conocían como El Pecas. Era, digamos, poco favorecido por la genética. Sus dientes parecían un proyecto inconcluso de arquitectura. Su coche era una carcacha de los setenta que se descomponía en cada esquina. Y su trabajo era repartir garrafones de gas por la colonia. Pero el cabrón tenía un ritual.

 

Terminaba de trabajar, se bañaba, se peinaba con un kilo de gel, levantaba el cuello de su camisa y salía a la calle como si fuera el galán de una telenovela. Si una mujer volteaba a vernos —ya fuera por curiosidad, por lástima o porque estaba pensando en otra cosa—, El Pecas me miraba y decía con toda seriedad: “¿Viste? Le gusté”.

 

Y aunque al principio pensé que era una broma, pronto entendí que él lo creía de verdad. No había duda en su tono. No había sarcasmo. Era una convicción tan firme, que al final, la realidad empezaba a adaptarse a su creencia. Porque lo que vino después es que ligaba. Una y otra vez. A pesar de todo.

 

Y esto no solo me dejó pensando en el mundo del ligue.

 

Me dejó pensando en el mundo de las ventas.

 

Verás, hay dos tipos de emprendedores.

 

Los que están inseguros, se sienten pequeños, dudan de su oferta y lo transmiten en cada palabra que escriben. Y los que tal vez no tienen el mejor producto del mundo, pero saben presentarlo con tanta seguridad que el cliente simplemente cree.

 

Y cuando el cliente cree, compra.

 

Porque la confianza vende.

 

El miedo, por el contrario, se huele.

 

Y el cliente lo percibe.

 

Es ese tono inseguro cuando dices “si quieres” o “solo si puedes”.

 

Es ese mensaje desesperado que ruega: “por favor, compra”.

 

Es esa estructura de texto robada de una plantilla, sin alma, sin personalidad, sin postura.

 

El cliente, como la mujer que ve al Pecas, lo nota.

 

Y decide.

 

¿Te ha pasado que escribes un email, lo programas con nervios, cruzas los dedos, y nadie responde?

 

Probablemente no fue el producto.

 

Probablemente fue el tono.

 

La falta de seguridad en tus palabras.

 

La falta de autoridad en tu postura.

 

La falta de claridad en tu mensaje.

 

Por eso, cuando trabajo con clientes, lo primero que les digo es esto: no necesitas tener el mejor producto, ni el más barato, ni el más bonito. Pero sí necesitas creer en lo que vendes. Y necesitas transmitir esa creencia con claridad. Con contundencia. Con estilo. Y con textos que reflejen lo que tú representas: una solución segura, sólida y sin rodeos.

 

¿Y sabes qué pasa cuando escribes desde esa postura?

 

Que tus ventas suben.

 

Que tu posicionamiento se fortalece.

 

Y que la gente te respeta más, incluso si no compra en ese momento.

 

Porque vender por email no se trata solo de enviar palabras bonitas.

 

Se trata de usar el texto como un espejo de tu convicción.

 

Y si tú no estás seguro de lo que ofreces, ese espejo va a reflejar dudas.

 

Ahora, si quieres trabajar conmigo, y que yo te ayude a construir una narrativa que no solo suene bien, sino que comunique verdadera confianza…

 

Entonces esto es lo que tienes que hacer.

 

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No necesitas ser guapo.

 

No necesitas tener un cochazo.

 

Solo necesitas seguridad.

 

Y saber escribir como un jodido maestro del email.

 

Eso es lo que yo hago.

 

Y si tú quieres que yo te enseñe cómo hacerlo, ya sabes dónde estoy.

 

Don Gabo.

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