Cómo evitar perder ventas como quien pierde un millón de pesos sin darse cuenta
Cuando vendes sin saber qué estás haciendo, no solo pierdes dinero.
Pierdes respeto. Pierdes tiempo. Pierdes oportunidades.
Y en algunos casos… hasta la lealtad de tus propios clientes.
Te voy a contar una historia que parece sacada de una novela de conspiración. Pero no es un invento. Es un episodio real de una serie mexicana que, si no has visto, deberías.
Se llama Los Simuladores.
Trata de cuatro tipos que se dedican a resolver problemas de personas comunes y corrientes, a través de operativos falsos. Simulan situaciones extremas para enseñarle una lección a quien necesita cambiar. Es como si mezclas marketing, teatro y terapia en un solo equipo.
En uno de los capítulos, hay una señora que descubre que le robaron casi un millón de pesos. Así, sin más. Revisa sus cuentas y ve que el dinero ya no está. Su primer pensamiento es: fueron mis hijos. Porque, claro, según ella, sus hijos son unos cabrones. Ya la han traicionado antes. No confía en ellos. Sospecha de cada uno.
Así que llama a Los Simuladores para que la ayuden a descubrir quién fue el ratero. Y estos tipos, fieles a su estilo, montan todo un operativo de película. Escenas falsas. Personajes infiltrados. Accidentes fingidos. Dinero de utilería. Incluso simulan que la señora está enferma para ver cómo reaccionan sus hijos. El plan, más allá de atrapar al culpable, es recuperar la relación de la señora con su familia.
Y justo cuando ya todo está montado, cuando la tensión sube y el simulacro va viento en popa, descubren al verdadero ladrón.
¿Y quién crees que fue?
Nada más y nada menos que Toñito.
El contador de la señora.
El que nadie había considerado.
El que tenía acceso a todo sin levantar sospechas.
El que estaba ahí todo el tiempo, calladito.
El que nunca fue parte del plan, pero sí del problema.
Entonces Los Simuladores le dicen a la señora:
“El ladrón es tu empleado. Tus hijos no tienen nada que ver. Podemos seguir con el simulacro para que arregles tu relación con ellos, y al final les damos la noticia bien”.
Pero la doña se pone sus moños. Les dice que no, que ya con saber quién fue el ratero está tranquila, que ya no le interesa seguir. Y se va a su casa como si nada hubiera pasado.
¿Y qué pasó después?
Cuando sus hijos se enteraron del simulacro, del falso accidente, de la manipulación y de que su propia madre desconfiaba de ellos, se encabronaron.
Y la dejaron.
Así nomás.
Se fueron.
Y la dejaron sola.
Sin el millón.
Sin Toñito.
Y sin hijos.
Una escena digna de telenovela.
Pero también digna de una lección brutal para cualquiera que vende por email.
Porque la señora, como muchas empresas, hizo de todo para resolver su problema… excepto lo más básico: investigar bien.
Antes de armar promociones, lanzar campañas, contratar agencias o inflar presupuestos de marketing con ideas genéricas, hay que hacer lo primero: conocer al cliente.
Entender su mundo.
Saber qué quiere.
Qué le duele.
Qué ha probado antes.
Qué odia.
Qué no va a volver a intentar.
La mayoría no lo hace.
Se lanzan a escribir correos como si estuvieran vendiendo papitas en la calle.
Usan plantillas genéricas.
Ofertas sin alma.
Urgencia sin razón.
Y cuando las cosas no funcionan, culpan al mercado, al algoritmo, al planeta Mercurio retrógrado.
Y no.
El problema es el mismo de la señora:
Falta de investigación.
Si ella se hubiera tomado el tiempo de revisar bien, no habría montado un teatro.
No habría desconfiado de sus hijos.
No habría perdido todo.
Y habría conservado al menos lo que sí valía la pena:
La relación con su familia.
Ahora aterrízalo a tu negocio.
Porque tú también puedes estar perdiendo ventas, autoridad o relaciones con tus clientes por no darte el tiempo de entender qué pasa.
Muchos emprendedores piensan que el copy está en las palabras.
Que vender por email es usar las fórmulas de siempre.
Que la clave está en llenar de colorcitos o en usar emojis.
Pero vender por correo no es un juego de formas.
Es un juego de fondo.
Si no sabes lo que tu cliente quiere, siente, teme o desea, tus emails serán como el simulacro: muy producidos, pero vacíos.
Y aunque logres algo de atención, terminarás sin ventas y sin respeto.
Como la señora.
Yo no trabajo así.
Y tú tampoco deberías.
En mi método, antes de escribir una sola línea, investigo como si fuera detective privado.
Leo al cliente.
Estudio la industria.
Espío a la competencia.
Identifico los ángulos que nadie está usando.
Y con eso construyo los emails.
Correos que sí conectan.
Que sí venden.
Que sí elevan tu negocio.
Porque no basta con escribir bien.
Hay que escribir con intención.
Así que si estás cansado de simulacros, de lanzamientos que no despegan, de mensajes que no convierten, de ideas que no cuajan…
Entonces llegó el momento de hacer lo que la señora no hizo:
Investigar.
Entender.
Y vender con inteligencia.
Y si no sabes cómo empezar o quieres que alguien lo haga por ti…
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No hay simulacros.
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