¿Juegas al emprendedor como si estuvieras en la lotería mexicana?

the game

Hoy quiero hablarte de un juego que todos los mexicanos conocemos. Un ícono de nuestra cultura. Un clásico de domingos en familia, junto al pozole, el refresco y los frijolitos como fichas de apuesta.

 

La Lotería Mexicana.

 

Ese juego de azar con imágenes tan coloridas como nuestra identidad: El Diablo, El Valiente, La Sirena, El Borracho…

 

Doce recuadros por cartón. Una baraja con todas las figuras. Un grito que todos queríamos soltar:

 

“¡LOTERÍA!”

 

Y si has jugado, sabes que no era solo un juego. Era una estrategia. Una mentalidad.

 

Cuando yo era niño, jugábamos en familia todos los fines de semana. Apuesta mínima: un peso. Pero si juntabas varias partidas, podías irte con treinta, cuarenta… incluso más. Para un niño de 10 años, eso era como ganarse un aguinaldo en dulces. Rico por un día.

 

Yo tenía una estrategia clara: elegía una carta y me quedaba con ella hasta que ganara. Nada de andar cambiando. Nada de supersticiones. Confianza. Paciencia. Persistencia.

 

A veces tardaba. A veces ganaba rápido. Pero casi siempre, ganaba.

 

En cambio, mi primo —le decíamos El Rudo, aunque de rudo tenía lo que yo de astronauta— jugaba diferente. Cambiaba de carta cada vez que perdía. Si su hermana le decía que una carta era “de la suerte”, la tomaba. Si veía que en tres partidas seguidas salía El Gallo, buscaba una carta con El Gallo.

 

Y adivina qué.

 

Perdía. Lloraba. Se limpiaba los mocos con el antebrazo mientras mascaba sus Chettos.

 

Un espectáculo.

 

Ahora que trabajo con marcas en internet, veo lo mismo todos los días. Empresarios, emprendedores y vendedores actuando igualito que El Rudo.

 

Saltan de estrategia en estrategia.

 

Del webinar al reto.

Del reto al funnel.

Del funnel al video de venta.

Del video de venta a los lanzamientos.

Y cuando no les funciona, culpan a la carta.

 

“Es que el mercado no está listo”.

“Es que mi mentor no me explicó bien”.

“Es que ya no sirve vender con eso”.

 

Y entonces aparece alguien —una especie de Lili digital— y les dice: “Mira esta nueva estrategia secreta. Esta sí es la carta ganadora.”

 

Y ellos… la compran.

 

¿Te suena?

 

No me malinterpretes.

 

No está mal aprender cosas nuevas. Lo que está mal es no comprometerte con una estrategia el tiempo suficiente para entenderla, mejorarla y hacerla tuya.

 

Porque al final del día, en internet no hay cartas mágicas.

 

Hay solo dos cosas que determinan si vendes o no:

  1. La calidad de tu oferta.

  2. La forma en que comunicas esa oferta.

 

Y en esa segunda parte, es donde entra el copywriting.

 

Porque puedes tener la mejor carta del mundo —el mejor producto, servicio, estrategia o sistema— pero si no sabes comunicarlo… no ganas.

 

Nadie grita “¡Lotería!” cuando no entiende qué vendes ni por qué debería importarle.

 

Por eso, en este juego del internet, no se trata de cambiar de carta. Se trata de aprender a usar bien la carta que ya tienes. Con palabras que vendan. Con historias que enganchen. Con argumentos que convenzan.

 

Y ahí es donde yo puedo ayudarte.

 

En THE GAME, te enseño cómo escribir correos y textos de venta que dejen de depender del azar y empiecen a jugar con estrategia real.

 

Porque en este juego, los que ganan no son los que gritan más fuerte.

 

Son los que escriben mejor.

 

Pásale a lo barrido:

 

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Don Gabo.

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